Nuestros impulsos bioevolutivos (“échame la lechita dentro amor”) más (some but not all) nuestras inercias culturales son confusas y contradictorias respecto a tener hijos. Los hijos salen caros, tenemos miles de distracciones. Tener hijos no es un mandato social. Tener hijos es un coste en tiempo y energía. Las relaciones son líquidas e inciertas. Tener hijos implica compromiso y perder opcionalidad. Los hijos ya no son una consecuencia fácil y natural y de ahí el invierno demográfico que acecha.
Pero coño, quiero tener hijos. He estado viendo a dos niñas mientras esperaba con mi abuela en el médico (lo viejo y lo nuevo) y siempre me obnubilan. Me encanta hablar con niños, jugar con ellos. Pero no sólo es una trampa del gen egoísta, es que objetivamente crear una familia son lazos generalmente sólidos que por mucho tabula rasismo en el que creas nunca va a ser igual que tu polículo anarco-queer. La sangre, aunque no es todo, es fuerte. Además los testimonios de los padres son bonitos, que por fin las cosas son importantes, sienten. Morir sin activar ese impulso me entristecería.
Pero claro, tengo 33 años. Incluso siendo hombre hay una cuenta atrás. Y si uno de mis objetivos es ser padre (seré un gran padre, amoroso, creativo, atento a sus necesidades, entendiendo científica y filosóficamente lo que necesitará esa futura expresión de mi carga genética) y eso implica, dado que no quiero la ruta antigua de joderme la vida en pos del impulso de la procreación, una serie de vainas: a) perfilar mi modelo de relación óptima que es una combinación de monogamia (el mejor y más eficiente pair bonding) con poliamor contextual y periódico (para saciar impulsos golfos que están en ambos sexos) + modelo relacional de los 4 palos (razón, emoción, sexo y estabilidad económica) + prácticas de karezza/magia sexual. B) esto implica una tía top y especial e implica que yo aumente mi valor magnético y sexual para poder negociar mejor mis términos y acceder a la mujer de élite que merezco. C) Implica que en esta siguiente década, como mucho, mi vida profesional se estabilice y de este modo tenga el básico para poder sostener una familia (aunque creo que existen muchas capulladas y los críos se pueden educar con más frugalidad).
Esto es un ejercicio, mucho más cercano y por eso quizás con más appeal del existenciario de la autenticidad descrito por Heidegger, vivimos en la limitación, hay un margen para ser padre y si de verdad hay un llamado interno debo distribuir mis energías y esfuerzos para propiciar ello. Como decía Aquiles en Troya, los dioses envidian nuestra mortalidad.
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Es importante lo de las necesidades. Nos han hecho creer que se necesita demasiado. Cuando mi abuelo nació en una cuadra, vivió con 7 hermanos en una casa de campo y, si no fuese por las brutalidades propias de la época (una posguerra y el asalto industrial) habría tenido una vida cojonuda. Mi abuela no tanto, porque su madre enfermó. Pero madres enferman en todas las épocas.
Mucha suerte buscando a una muchacha a la que le puedas explicar todo eso. Se puede asustar, o quedar irresistiblemente atraída por la mente de un loco.