El azul buda
Me tomo la última Fanta. Mordisqueos bombones de licor. Disfruto del dinero en el banco.
Siento celos. “Yo” no soy importante para una persona importante. En realidad, cuando lo pienso con tranquilidad, no es importante.
Convoco glamoures en el lugar adecuado, y veo con el ojo imaginal lo siguiente: un viejo tren decimonónico; yo vestido de levita gris, salto entre vagón y vagón y vaso me caigo, y por debajo del tren en marcha me observan dos gnomos demoníacos, de piel übernegra y ojos rojos. Con mi rayo de compasión los convierto en hadas, y el tren se convierte en un tren de cuento de hadas y arcoiris que cada vez corre más rápido. Como una rayo de energía multicolor que recorre todos los canales energéticos de mi body. Esto se concentra y mi cuerpo de luz es un titán que resplandece en una explosión y de ahí solo quedo yo. Subo a una cueva y empiezo a meditar, miando al cielo, donde un buda cósmico y azul me mira sonriente. Y paso a ser ese buda azul, y después el universo entero, y sé que Dios es ecuánime porque en cierto sentido vive todos los puntos de vista.